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31 MAY

Libros sobre maternidad y paternidad publicados por Anagrama

Son en definitiva una forma de aprender a hacerlo todo de nuevo
Libros sobre maternidad y paternidad publicados por Anagrama

En la última novela de Alejandro Zambra, Poeta chileno, una hermosa y divertida declaración de amor a la poesía, el escritor chileno afirmaba: «Ser padre consiste en dejarse ganar hasta el día en que la derrota sea verdadera». Esta melancólica idea atraviesa la obra del autor, y muy especialmente su nuevo título, Literatura infantil, catorce textos que fueron escritos, en palabras del propio Zambra, en «estado de apego» debido a su recién estrenada paternidad. Una condición que le ha llevado a estar en alarma permanente, pero que también le ha sumergido en una alegría serena, azotada de vez en cuando, como un oleaje, por el recuerdo de que algún día llegará, inevitablemente, la derrota.

También Marcos Giralt Torrente aborda este tema en su nuevo libro, Algún día seré recuerdo, un conjunto de piezas que parten de la idea de que la paternidad es, en realidad, una suerte de recuerdo de nuestra propia finitud: «Algún día seré recuerdo. Como todas las frases redondas, esta que acabo de alumbrar no lo es del todo; olvida que apenas más lejano será el día en que no quede huella de mí. Desde que fui padre, he sido de forma progresiva consciente de lo primero y he olvidado lo segundo con suma facilidad. Cuando alguien falta, deja tras de sí un manojo de recuerdos. Nunca son, sin embargo, tan comprometidos los recuerdos como los que guarda un hijo acerca de su padre. La razón es que en ellos reside el relato de la relación entre ambos».

Ante tales expresiones de vulnerabilidad, pareciera, pues, que la figura paterna tal y como la conocemos está en cuestión, análisis y reconfiguración. Esa es la tesis de la que ya partía Massimo Recalcati en El complejo de Telémaco, donde analizaba la pérdida de autoridad paterna en la sociedad contemporánea. Según el psicoanalista, hemos asistido al auge y caída de padres cómplices, padres ausentes, padres superados por el empuje de los tiempos y padres sin ascendente, alejados del rol tradicional. Pero advierte: «Relanzar el tema del ocaso de la imago paterna no significa añorar el mito del padre-amo. Personalmente, no siento la menor nostalgia por el pater familias. Su tiempo está irremisiblemente acabado, agotado, ha caducado. El problema, por lo tanto, no estriba en cómo restaurar su antigua y perdida potencia simbólica, sino más bien en interrogar lo que queda del padre en la época de su disolución».

Este cuestionamiento del pater familias está intrínsicamente ligado a la crisis de la masculinidad tradicional que abordaron Ivan Jablonka en Hombres justos y Antonio J. Rodríguez en La nueva masculinidad de siempre. Y es la misma, también, que Karl Ove Knausgård analiza con maestría a partir de su propia experiencia descarnada. En Un hombre enamorado, segundo volumen de su proyecto autobiográfico Mi lucha, expone sin pudor sus propias contradicciones a la hora de cuidar a su hija, retratando claramente las tensiones que hay entre masculinidad, vulnerabilidad y cuidados: «Cuando estaba dando de comer a Vanja en algún café, siempre había al menos otro padre en el local. A menudo de mi edad, es decir, en la mitad de la treintena, y casi todos se habían afeitado la cabeza con el fin de ocultar la pérdida de pelo, se veían ya muy pocas medio calvas, y ver a esos hombres siempre me producía un ligero malestar, me resultaba difícil aceptar lo femenino en ellos, aunque yo hacía exactamente lo mismo y estaba exactamente tan feminizado como ellos. Esa especie de desdén con el que contemplaba a los hombres que iban empujando un carro de niño era, por decirlo de una manera suave, de doble filo, ya que cuando los veía yo mismo solía ir empujando uno».

¿Qué nos queda, entonces, tras el fin del pater familias? Caitlin Moran ya lo auguraba en su libro Más que una mujer: las mujeres están reivindicando y haciéndose suyo lo bueno que hay en la masculinidad y los hombres, pero los hombres no están aprovechando para reclamar todo lo bueno de la feminidad y las mujeres. «¿Y los hombres qué?», se preguntaba. Seguramente la respuesta, la mejor estrategia, reside en aceptar, expresar y compartir la vulnerabilidad y las propias contradicciones. Alejandro Zambra nos lanza algunas pistas en Literatura infantil sobre cómo afrontar todo esto: «También la paternidad es una especie de convalecencia que nos permite aprenderlo todo de nuevo. Y ni siquiera sabíamos que habíamos estado gravemente enfermos. Acabamos de enterarnos». 

Tendremos, pues, que aprenderlo todo de nuevo: también a ser padres.

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